La Memoria de lo Nuevo
Ante las profundas y actuales transformaciones de la ciudad, aparece la inquietante pregunta por la razón del rescate que, contemporáneamente, se hace de algunos de sus monumentos, especialmente por el carácter que esta acción alcanza en la mayoría de sus casos, queriendo demostrar por su particular y hasta pintoresco exceso de celo, un afán compensatorio por el paisaje de inagotables demoliciones que nos rodea. Algo de nuestro propio parece hacernos rechazar, como fenómeno inasible de la memoria, la reflexión que provoca toda ruina. Esas miradas que quedaron prendidas en muros y antiguas calles cuya interpelación ya no podemos identificar, intranquilizando nuestro presente siempre nuevo.
Sin embargo hoy esa misma modernización, en su forma más inmediata y global, ha creado un nuevo mundo cuya fascinación ineludible consistiría precisamente en su misma disolución, incluida la nuestra, de toda corporeidad. No podemos evitar relacionar la aparición de flamantes autopistas que parecen no ser contenidas por frontera alguna, con el delirio del traslado informatizado y esto mismo con la pérdida de todo borde urbano y de cualquier idea de borde, nada hoy impediría la fluidez de nuestra mirada, la que arrastrando nuestros cuerpos los lleva a la liviandad de su disolvencia, curiosamente simultánea al aludido afán de rescate patrimonial, como exigencia al hermoseamiento de nuestra memoria, hasta la sospechosa museificación de ella y sospechosa precisamente por la condición de fetiches que se extrema en algunos casos.
Fotografías de los antiguos bloques de piedra que pavimentaban el lecho del Mapocho, son el origen de las formas moldeadas en resina que refieren la erosión interpelada por Chadwick. Estas piedras, sólo antes evidentes en períodos de extrema sequía, se impusieron a nuestra mirada con ocasión de la monumental obra de ingeniería que significó la intervención del río. Aparecieron como un registro del tiempo y con una sensual y ambigua desnudez, causante de una intranquilizante empatía, especialmente al momento de su extracción y brutal amontonamiento en un fragmentario discurso imposible de recomponer. Todo esto necesario para la refactura de un lustroso nuevo lecho, capaz de garantizar una máxima fluidez sin riesgo de interpretación.
Las fotografías recogieron las viejas huellas del agua en una necesaria retención de la mirada, mirada sobre la cual se reflexiona en el proceso manual del modelado, como lectura e interrogación que vuelve a fijarse en moldes y piezas de resina resultantes, sostenidos por regulares trozos de acrílico que casualmente retuvieron burbujas de aire durante su fabricación, concluyendo todo, por ahora, en una sala justamente próxima al mismo río y por esto parte de un eje cultural que se identifica con su rivera, rivera también identificada con la fundación de Santiago, esto es con toda su memoria.
Entonces la seducción, provocada por las formas y materialidades de estos trabajos, nos resulta conducente a la interpelación de la autora hacia la extraña condición de nuestra memoria que sólo se reconocería en la paradoja de lo nuevo, pues sería la distancia primero de la fotografía, luego la admiración por un proceso manual y finalmente la elegancia del producto lo que nos hace posible aceptar las dificultades, de aceptación de lo inaceptable, de su reclamada reflexión.
Francisco Brugnoli
Director del Museo de Arte Contemporáneo
“MAPOCHO: Erosiones en el Tiempo”
Este conjunto de obras nacen del lecho del Mapocho, donde antiguas canalizaciones han sido erosionadas por efecto del río. Fueron obras del hombre que tuvieron como propósito dominar el agua, controlar el desborde durante las crecidas o dar mayor estabilidad al cauce.
Con el paso del tiempo, las rocas que fueron utilizadas como adoquinado han retornado a su destino, cual es, su desgaste por fricción de los elementos aire y agua, que movidos por la energía radiante del sol erosionaron montañas en su flujo de milenios desde la cordillera al mar. Al impacto constante de partículas en suspensión la respuesta de la roca refleja el fluir del agua suavizando superficies y excavando formas que aumentan la turbulencia y alegran su trayecto.
La erosión es, pues, un proceso material anónimo, del cual solo vemos su “resultado”.
Podría decirse que el peso visual de lo que yacía en el lecho del río no se reducía a las formas caprichosas que se contemplaban, sino al proceso que les dio lugar.
De este “instante” de siglos, la escultura segmenta una instantánea, procesando formas en modelado (desbaste/desgaste), un positivo que interpreta manualmente la acción abrasiva del agua sobre la roca.
Estas esculturas expresan comprensión de la constancia de las fuerzas de la naturaleza frente a lo efímero de la existencia y de la obra del hombre. Es una búsqueda y el feliz encuentro de los resultados con su idea original.
Soledad Chadwick
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Ultimas Inaguraciones en Galerias de Vitacura
Recorte de El Mercurio
La Costanera Norte trajo nuevas obras a la ciudad. Se remodeló en Parque de las Esculturas, ubicado entre Pedro de Valdivia y Padre Letelier, y se hizo sitio en los puentes para emplazar trabajos de artistas chilenos. Entre estos esta el deSoledad Chadwick, una pieza de resina con cuarzo sobre acrílico que emula a las piedras erosionadas del lecho del río. La artista esta exhibiendo la serie que dio luz a ese trabajo. «Mapocho: Erosiones en el Tiempo», en el segundo piso de la galería ArtEspacio. «Estas esculturas expresan comprensión de la constancia de las fuerzas de la naturaleza frente a lo efímero de la existencia y de la obra del hombre. Es una búsqueda y el felíz encuentro de los resultados con su idea original», escribe…
Artes y Letras El Mercurio